UN POCO DE HUMANIDAD



Este artículo lo publiqué el 2 de mayo de 2018 en Linkedin. Hoy, 15 de julio de 2019, la vida me lo devuelve y lo comparto con ustedes... Salud
Cada día me resulta más difícil mirarles a los ojos y decirles cuál es la cruda realidad que ya intuyen o han constatado en carnes propias hace tiempo. Cada día resulta más difícil decirles que la falta de humanidad de un mercado laboral que hace tiempo les ha considerado “recursos prescindibles, amortizados” limita hasta lo insospechado su capacidad de volver a reinsertarse en él.
Miro sus caras, sus manos, recorro con ellos su trayectoria personal, laboral, vital,… me abren la puerta de su vida, de sus éxitos, de sus fracasos, de sus miedos, de su frustración. Juntos recorremos los pasillos de la memoria de épocas pasadas,…
Muchos de ellos hace ya tiempo que han tirado la toalla, han bajado los brazos y han decidido dejarse arrastrar por la corriente, no resistirse a lo “inevitable”. Otros, pocos, se resisten como gato panza arriba reclamando la dignidad que les ha sido arrebatada después de décadas de fiel compromiso, de orgullo de clase trabajadora ahora extinto. Algunos simplemente ya no llegan al ansiado retiro, se les va la vida mientras esperan…
Con mirada triste, unos languidecen en silencio, otros han convertido la incertidumbre, el malabarismo de llegar a fin de mes en normalidad. Otros simplemente lo han perdido todo, fruto del infortunio, las malas decisiones, la desesperación,…
Como los restos de un naufragio, se mecen por las olas hasta llegar a la orilla en espera de que alguien sea capaz de recomponer sus pedazos, de arribar a puerto, de poder tener un final digno, de sobrevivir sin mendigar…
Esta es la situación a la que un sistema totalmente deshumanizado y carente de escrúpulos, carente de dignidad, que aboca a esta situación a aquellas personas que tienen la desgracia de quedarse sin empleo a partir de los 50 años o incluso antes.
Lo peor de este estado de inconsciencia laboral es que los que mandan se convierten en ejecutores de resultados de negocio. Ejecutores porque no gestionan, actúan para cuadrar balances imposibles. Quienes trabajan a su cargo son tuercas de una cadena de producción bien engrasada que no puede detenerse... o quizá sí. La punta del iceberg muestra el escenario desolador de estas empresas desalmadas.
Que una parte de la engañada clase obrera no puede coger el sueño porque su trabajo pende de un hilo y la otra, sumida en la desesperación, acrecienta las estadísticas de los brazos hundidos. Otros y unos, unos y otros, se ahogan en la insatisfacción y la desesperanza. Esta es la triste realidad, la única verdad, por más que quieran taparnos los ojos con metáforas siderales.
Urge reventar la inmoralidad del libre mercado. Necesitamos valorar, cuidar y promover nuestras fuentes generadoras de empleo, expandir y dignificar el trabajo como uso habitual, hacerlo cada día más humano, comprender que un trabajo reconocido, reconforta, y que debe ser dignamente remunerado, para que pueda sustentar a una familia, el pilar de nuestra sociedad.
Sorprende que tanto los sindicatos como los mal llamados “agentes sociales” permanezcan inertes, pasivos y callados ante el decimonónico panorama laboral en el que debieran reflejarse.
Más que nunca es necesario crear oportunidades para todos en pro de una justa globalización, avalado por el dialogo y la protección social. No se trata de sobrevivir, sino de vivir todos con todos, no todos contra todos. La solución es la solidaridad, seguida de una mayor transparencia de las situaciones y de un respeto a la inversión en capital humano. Un poco de humanidad.

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